Edna y yo salimos de Kalispell camino de Tampa-St. Pete, donde todavía me quedaban algunos amigos de los buenos tiempos, gente que jamás me entregaría a la policía. Me las había arreglado para tener algunos roces con la ley en Kalispell, todo por culpa de unos cheques sin fondos, que en Montana son delito penado con la cárcel. Yo sabía que a Edna le rondaba la cabeza la idea de dejarme, porque no era la primera vez en mi vida que tenía líos con la justicia. Edna también había tenido sus problemas, la pérdida de sus hijos y evitar día tras día que Danny, su ex marido, se colara en su casa y se lo llevara todo mientras ella trabajaba, que era el verdadero motivo por el cual me fui a vivir con ella al principio; eso y la necesidad de darle a mi hija Cheryl una vida algo mejor.
miércoles, 11 de marzo de 2020
ROCK SPRINGS, un cuento de Richard Ford
Edna y yo salimos de Kalispell camino de Tampa-St. Pete, donde todavía me quedaban algunos amigos de los buenos tiempos, gente que jamás me entregaría a la policía. Me las había arreglado para tener algunos roces con la ley en Kalispell, todo por culpa de unos cheques sin fondos, que en Montana son delito penado con la cárcel. Yo sabía que a Edna le rondaba la cabeza la idea de dejarme, porque no era la primera vez en mi vida que tenía líos con la justicia. Edna también había tenido sus problemas, la pérdida de sus hijos y evitar día tras día que Danny, su ex marido, se colara en su casa y se lo llevara todo mientras ella trabajaba, que era el verdadero motivo por el cual me fui a vivir con ella al principio; eso y la necesidad de darle a mi hija Cheryl una vida algo mejor.
El diario de Sheindi Miller-Ehrenwald, una superviviente del Holocausto
En las tarjetas, que ahora se exhiben por primera vez en Berlín, describe por ejemplo con letra abigarrada, cómo soldados alemanes y policías húngaros ordenan salir de los vagones a los cabezas de familia. “Mi padre sale y un cuarto de hora después, vuelve y dice que todo el que tenga dinero, bolsos de cuero, relojes y otros objetos de valor debe entregarlos en cinco minutos. Nadie debe tratar de huir, porque si falta una sola persona, dispararán contra todos y cada uno del vagón”. Cuenta cómo un bebé de cuatro meses y una conocida han muerto, cómo los sacaron del tren y la madre no sabe si quiera dónde está el cadáver de su hija. “La vida es dura y los humanos son capaces de aguantar más que los animales”, escribe.
Ha sido el diario sensacionalista Bild el que logró convencer a Miller-Ehrenwald para que publicara unos diarios que esta semana se exponen por primera vez al público en el museo de historia alemán, en Berlín. “Hay muchos testimonios escritos en el gueto o desde lugares donde los judíos se escondieron. Lo especial de este diario es que su autora siguió escribiendo en Auschwitz y después en el campo de trabajos forzados”, explica en la sala de la exposición en la que se exhiben los originales su comisaria Stephanie Neuner. “El proceso de eliminación de los judíos húngaros fue muy rápido. Parece increíble que alguien fuera capaz de documentarlo”, añade Neuner, quien explica que la autenticidad de los documentos ha sido certificada por varios especialistas. Dentro de una vitrina, se expone el taco de fichas amarillentas, escritas de arriba abajo para aprovechar todo el espacio posible.
Miller-Ehrenwald relata la vida en el campo de exterminio, donde sus abuelos, sus padres y dos de sus hermanos fueron ejecutados en la cámara de gas. “Cada persona que llegaba era desinfectada […] Nos piden a todos que nos desvistamos. Que dejemos aquí toda la ropa. `Primero les cortaremos el pelo ´¿Nos cortarán el pelo?”. Y sigue: “En lugar de gritar, nos reíamos. No sabíamos lo que nos esperaba […]. No sabíamos nada. El baño había terminado. A la salida del cuarto de baño, nos rociaban con un líquido abrasivo. Uno nos dijo que estábamos desinfectados”. Escribe también Miller-Ehrenwald: “Había hombres en la habitación. 'La vergüenza te la dejas en casa', nos dijo una mujer. Nos desvestimos. Los hombres recorrían la habitación riéndose y nosotras nos quedamos de pie, desnudas y profundamente avergonzadas”.
Camiones grandes
Miller-Ehrenwald tenía 14 años cuando los nazis ocuparon Hungría. “Niñas, los alemanes han invadido”, les anunció su madre, según relata en los diarios. Vivían en Gálanta, una pequeña población que hoy pertenece a Eslovaquia y en la que había dos importantes comunidades judías conocidas por su erudición. El confinamiento en guetos y las deportaciones a Auschwitz fueron muy deprisa. En junio de 1944, la pequeña Miller-Ehrenwald y su familia fueron transportados en tren de mercancías al campo de exterminio. Cerca de 437.000 judíos húngaros fueron trasladados en apenas tres meses a Auschwitz-Birkenau. “El domingo 20 de abril, llegaron unos camiones grandes a Galánta. Pararon enfrente de las tiendas judías y se llevaron todas las mercancías”, relata. Y continúa: “El periódico escribió en un mensaje en letras grandes: los judíos deben llevar una estrella amarilla de 10 centímetros”, escribe.
De allí, los deportaron en trenes de ganado hasta los campos. En los diarios relata con detalle el viaje. Miller-Ehrenwald sobrevivió y fue asignada a una fábrica de armas. La maquinaria de la guerra nazi necesitaba mano de obra, que proporcionaron en parte los prisioneros de los campos y en Baja Silesia, en el sur de Polonia, se instalaron grandes fabricantes de armas. Una de las factorías fue Karl Diehl, de Nuremberg, donde Miller-Ehrenwald acabó sometida a trabajos forzados, como se puede leer en el membrete de las fichas. 14 meses después de su deportación fue liberada y en 1949, como muchos otros supervivientes, Miller-Ehrenwald emigró a Israel, donde un año antes se había fundado el Estado judío.
Fuente: El País