miércoles, 5 de junio de 2013

SARA GALLARDO *, un cuento de "El país del humo" Un césped

En los jardines que van de Palermo a la Recoleta hay un cuadro de césped. Cierto año, los jardineros se olvidaron de cortarlo. El pasto creció a sus anchas. Cada media hora corría un tren, con hálito ferruginoso. Las raíces lo sentían pasar. Las lombrices interrumpían sus caminos. A su antojo crecieron los pastos. En otoño, los jugos atravesaron la tierra como la aguja del colchonero el espesor de la lana. Pastos y lombrices se sorprendieron con la novedad.

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"COSQUILLAS MENTALES" POR SILVIA HOPENHAYN




Cosquillas mentales

Sábado 17 de marzo de 2007 | Publicado en edición impresa
Por Silvia Hopenhayn
Para LA NACION
TUTE CON QUINO
http://www.lanacion.com.ar/891994-cosquillas-mentales
Hoy en día, la risa cotiza en la Bolsa. Sobre todo, la risa esbozada, la del gesto socarrón. Y la carcajada inútil que corrobora lo fortuito. La ironía es su sustento, y la decepción, su resaca.
El que no se ríe pierde el hilo de la comunicación. Es un outsider de la hipermodernidad. ¿Pero de qué sirve una risa estampada, cuando es mero efecto, sin alegoría? Quizá lo más difícil sea salirse del juego para hacer con lo risueño una alianza duradera. Y eso necesariamente requiere poesía. Porque la mejor forma de reírse es sorprender al cuerpo con una palabra, y ésta sólo puede surgir de un desenlace poético. Ese sobresalto emotivo, sin reclamos ni esfuerzos, es el que proporcionan algunas tiras cómicas, inmersas en el malestar del presente y, al mismo tiempo, refrescantes y libres. Es el caso del trazo feliz de Tute, tan claro para plasmar cualquier oscuridad anímica.
Sudamericana acaba de publicar su último libro, Tute , "tutelado" por distintos autores que lo presentan en prefacio y solapas (Liniers, Fontanarrosa y Oscar Grillo). Varios de los dibujos aparecieron en su página de LA NACION. Otros parecen emerger arrugados de su bolsillo, como empeñados en adquirir vida propia, y se cuelgan de las páginas, aunque sólo se les vean los pies. Sus personajes no necesitan ser grandilocuentes. A la manera de los creados por Copi, pero con mayor ternura, expresan sus penurias desde un egocentrismo sin petulancia. Con fondo blanco o sobre un color pleno, sentados, parados o colgados de un globo, confiesan sus confusiones, haciéndonos cómplices de sus deseos de salvarse. Como el hombrecito azul que se enrosca sobre su escritorio diciendo: "Daría hasta lo que no tengo por tener lo que me falta". O la pareja que comparte una copa en una mesa ingrávida. El, apesadumbrado, le busca la vuelta al amor: "Tanto cambiamos para satisfacer al otro que ahora gustamos el uno del otro pero cada uno se detesta a sí mismo". Claro que es imposible transmitir el humor que ofrecen estas páginas, porque la palabra es prácticamente indiscernible del dibujo. Ambos se aúnan en nitidez y poesía. Y logran, quizá, rebatir los preceptos sumamente lúcidos del filósofo francés Henri Bergson, quien dictaminó que no hay mayor enemigo de la risa que la emoción. Esto no parece ser cierto. Sobre todo cuando las emociones pueden allanarse hasta despojarlas de su objeto. Entonces asoma el absurdo, alimento privilegiado de la risa no sentenciosa. Como el hombre rudo que en su sesión de análisis llega con la barba mal rasurada, se aproxima al diván y pregunta: "Y dígame, doctor ¿el sueño lo tengo que traer soñado o se lo sueño acá?". O el niño -tan presente, tan invocado- que al acostarse le pregunta a su mamá, con un reloj despertador en la mano: "Ma ¿a qué hora es el despertar sexual?". Bergson también decía: "Lo cómico del dibujo suele ser un cómico prestado,obtenido a expensas de la literatura". En este caso, es imposible establecer una deuda. Hay un mano a mano.