Encontré a mi padre en el ala de cardiología, en el octavo piso del Hospital General de Toronto. Estaba en una habitación semi-privada. La otra cama estaba vacía. Dijo que su seguro hospitalario cubría sólo una cama en el pabellón, y que estaba preocupado de que le pudieran cobrar suplemento.
—Yo no he pedido una semi-privada —dijo.
Le dije que probablemente las salas estuvieran llenas.