domingo, 18 de diciembre de 2011

FELICIDAD CLANDESTINA,CLARICE LISPECTOR



Felicidad clandestina
[Cuento. Texto completo]

Clarice Lispector
Ella era gorda, baja, pecosa y de pelo excesivamente crespo, medio amarillento. Tenía un busto enorme, mientras que todas nosotras todavía eramos chatas. Como si no fuese suficiente, por encima del pecho se llenaba de caramelos los dos bolsillos de la blusa. Pero poseía lo que a cualquier niña devoradora de historietas le habría gustado tener: un padre dueño de una librería.

No lo aprovechaba mucho. Y nosotras todavía menos: incluso para los cumpleaños, en vez de un librito barato por lo menos, nos entregaba una postal de la tienda del padre. Encima siempre era un paisaje de Recife, la ciudad donde vivíamos, con sus puentes más que vistos.

Clarice Lispector - Un caso complicado



17 de noviembre de 2011 por Isaías Garde ·
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Pues sí.

Cuyo padre era amante, con un alfiler de corbata, amante de la mujer del médico que había tratado a su hija, quiero decir, de la hija del amante, y todos lo sabían, y la mujer del médico colgaba una toalla blanca de la ventana, que quería decir que el amante podría entrar, o una toalla de color, y él no entraba.

Pero me estoy confundiendo toda y el caso es muy complicado; voy a ver si puedo desentrañarlo. Algunas cosas son inventadas. Pido disculpas porque además de contar los hechos yo también adivino y escribo lo que adivino. Yo adivino la realidad. Pero esta historia no es de mi cosecha. Es de la zafra de quien puede más que yo.

CLARICE LISPECTOR

DESTINOS De Silvia Medina (Argentina)






¿Por qué lo maté?... Mirá, piba, si querés, yo te lo voy a contar… Y, lo tuve que hacer. Pero es larga la historia, ¿viste? Una ya vivió tantas cosas… En fin, creo que todo empezó cuando nací. Sí, ya veo que te asombra. Claro, piba, qué vas a entender vos de estas cosas. Sin ofender, digo, porque ya sé que para algo estudiaste. Pero la vida es otra cosa, y no sé si todo estará ahí, en tus libros, tan clarito. Yo tengo una hija, ¿sabés? Y me siento muy orgullosa de ella. Vos debés de andar rondando su misma edad. ¡Y prontito se va a recibir de lo mismo que vos! Eso era lo que yo quería. Que estudiara, para salir de la basura en la que vivíamos. Quería que se salvara de tanta mugre. Por suerte cuando maté al Pascual ya le tenía casi-casi asegurado el futuro. Y juro que no me importaba el sacrificio que hacía. Si hubiera sido por mí, largaba todo y me iba a la mierda. ¡Pero ella se merecía algo mejor! La Evita es toda mi vida. Yo tenía quince años cuando aquel otro guacho me preñó. ¡Pero juro que igual se me iluminó el alma! Sí, no te asombrés, ¿cómo no iba a estar contenta, si ya nunca más iba a estar sola? Ahí me dije que iba a esforzarme para que mi hijo no pasara las mismas miserias que yo. Y quería que fuera un machito, porque es más fácil, ¿viste? Pero nació chancleta, y entonces pensé en la Evita, esa de la que hablaba siempre mi abuela.