1/04/09: Ana María Shua: La minificción tiene posibilidades infinitas/ Soledad Gallego-Díaz
Los microrrelatos de Ana María Shua (Buenos Aires, 1951), que aparecen ahora reunidos en un volumen único (Cazadores de Letras), son difícilmente clasificables: cuentos brevísimos, normalmente, de menos de 25 líneas, capaces de exigir al lector un esfuerzo de concentración y al mismo tiempo de proporcionarle un universo coherente y compacto, recorrido por una fina línea de humor y cotidianidad.
Shua ha cultivado desde los 17 años este género tan especial, pero lo ha hecho alternándolo con la novela, la poesía, el cuento tradicional y la literatura infantil, hasta el punto de que no es posible analizar ninguna rama de la literatura argentina de los últimos treinta años sin tener en cuenta su brillante aportación. Shua recibió recientemente un multitudinario homenaje en Buenos Aires, en el que muchos de sus colegas resaltaron esa extraordinaria capacidad suya para moverse en los límites de géneros muy dispares sin perder en ninguno de ellos su peculiar mirada. En su casa de Buenos Aires, pocas horas antes de embarcar hacia Madrid, Shua se ríe con ganas de quienes la califican como "Reina del Minirrelato".
—¿En qué se diferencia un microrrelato de un cuento?
—En 25 líneas, como máximo, es imposible desarrollar personajes o su psicología; hay que trabajar con los conocimientos del lector, hacer como en las artes marciales, donde se aprovecha la fuerza del adversario. Usar los conocimientos del lector para seducirlo y que sea él mismo quien complete el significado. Juega mucho en esos límites. Hay que tener mucho cuidado en lograr que no cruce la frontera del chiste, porque eso es realmente peligroso, quedarse en un jueguito de ingenio.
—¿No son sólo un chispazo de ingenio?
—Deberían ser algo más; algunos son solamente eso, un chispazo de ingenio, pero los autores siempre quisiéramos que fueran también otra cosa.
—¿Va publicando los minirrelatos según los escribe o los guarda hasta que tienen una cierta unidad y se publican juntos?
— El libro que sale ahora en España reúne mis cuatro libros de microficción, con unos sesenta textos nuevos. Mi primer libro, La sueñera, es de 1984. El género no tenía todavía el auge de ahora y a mí no me parecía que estuviera haciendo nada particularmente nuevo, en especial porque en Argentina tenemos una fuerte tradición de microrrelato. El primer libro de este tipo fue Cuentos breves y extraordinarios, de Borges y Bioy Casares, en 1953. Y todos nuestros grandes escritores, los que han sido cuentistas, escribieron también microrrelatos. Borges, Cortázar, Bioy Casares.
—Una de las cosas que más me gusta de su libro es el sentido del humor. ¿Es una parte importante de su trabajo?
—Es una parte importante de mi personalidad. Aparece en todo lo que hago. Mi problema es que muchas veces me propongo lo contrario, escribir sin humor, porque tampoco uno quiere estar riéndose todo el tiempo.
—Como usted dice, el minirrelato es, por un lado, un género poco novedoso, pero, por otro, está muy relacionado con este tiempo, en el que todo va muy deprisa.
—Es un género que se adapta muy bien a Internet. En este sentido, sí tiene que ver con la cultura actual. Pero, por otro, los best sellers en Occidente son tremendos novelones de 800 páginas y nunca jamás un libro de minificción. Por algo será. En una novela, uno conoce un mundo, forma parte de alguna manera de él y puede entrar y salir tranquilamente en cualquier momento. Con el microrrelato es todo lo contrario, cada texto es independiente y requiere mucha atención. Cada texto es un pequeño cosmos que hay que comprender y por eso, en cierto modo, produce fatiga. Un libro de microrrelatos no es para leer de un tirón, como se puede decir de una novela; es todo lo contrario, algo como una caja de bombones, si uno los come todos seguidos se empalaga. No es un libro que se adapte a la velocidad y al poco tiempo que marca la cultura actual.
—Ese cansancio, ¿puede relacionarse también con el hecho de que son historias sin un contexto?
—Es el lector quien debe poner el contexto. Se le exige que preste una alta concentración y parte de sus conocimientos.
—Leí en algún lado una frase de Hemingway, o que se le atribuye a él: "Se venden zapatos de bebé que nunca han sido usados". ¿Eso es para usted un microrrelato?
—Es un microrrelato con una forma que considero fácil, la del "aviso clasificado". Trato de evitarla. Tengo una minificción de sólo tres palabras, pero no la he recogido en ningún libro: Terremoto busca profeta.
—¿No es un poco exagerada tanta exigencia al lector? Si yo tengo que crear la historia entera, a lo mejor no tengo necesidad de Hemingway, ¿no?
—Eso es interesante. Si el lector tiene que trabajar tanto, ¡para qué necesita al autor!
—¿Diría usted que el más clásico de todos los microrrelatos es el de Augusto Monterroso, el del dinosaurio?
—Es el más conocido.
—¿Pero es el más representativo?
—No necesariamente. Me parece que es limitado y hasta peligroso. Tiene esto que veníamos comentando, lo mismo que el de Hemingway, es demasiado breve. Tiene un elemento sorpresa y, por supuesto, es interesante y valioso. Pero creo que la minificción tiene posibilidades infinitas que, quizá, ese texto no muestra. Lo que pasa es que es perfecto y muy fácil de citar.
—Leyendo su libro tuve la impresión de que sus relatos están totalmente relacionados con el mundo cotidiano.
—Pienso lo mismo. Mis fuentes de inspiración están aquí. No son exóticas, son del mundo de todos los días. Me gusta trabajar con personajes corrientes, en todo lo que escribo, también en los cuentos y en las novelas. Hay dos posibilidades, trabajar con personajes extraordinarios, fuera de serie, a los que a su vez les suceden grandes aventuras, y la otra posibilidad es trabajar con personajes comunes a los que les suceden cosas inesperadas, y a mí me gusta mucho más ese juego, gente de todos los días en un ambiente cotidiano y que lo inesperado irrumpa de una manera violenta.
—Diría que tiene usted una relación curiosa con los objetos. Bastante mala con la bañera, por ejemplo.
—¡Es que los objetos son malos! Los objetos se resisten, no quieren obedecer órdenes. Yo soy particularmente torpe. Los objetos tienden a caérseme de las manos. Vivo una especie de guerra constante contra los objetos, en la que gano algunas batallas y pierdo muchas, y eso se refleja en lo que escribo. De la bañera, ni hablar. Ella me toma el pelo.
—El elemento sorpresa de sus microrrelatos está más relacionado con lo inesperado que con lo extraño o insólito. Uno tiene la impresión de que para usted la vida es enormemente inesperada.
—Sí. Yo tengo esa sensación de que la vida es absurda e inesperada, y que, cuando te está acariciando, lo que menos uno espera es que te dé un sopapo, y te lo da. Tiene que ver con mi visión del mundo.
—Los microrrelatos son una lectura con muy buena acogida en la radio. Pero a mí me pone algo nerviosa, porque no me da tiempo a darme cuenta de lo que oigo.
—Eso es fundamental. Es la teoría del clic sobre la que discutimos mucho los escritores y los críticos. Yo creo en la teoría del clic. Las minificciones necesitan espacio, aire alrededor. Tienen que estar solas en la página y también necesitan espacio cuando se las lee. Una minificción necesita unos 20 segundos de silencio para que se produzca ese clic de comprensión en la mente.
—Y a la hora de escribirlos, ¿cómo hace?, ¿va cortando o eliminando palabras?
—No. Nacen con esa forma y medida. Lo que hago es cambiar muchas palabras, pulirlo y tratar de perfeccionarlo. Es como si trabajara con distintas partes del cerebro cuando escribo cuento, minificción o novela.
—¿Piensa en algún momento: "Sobre este tema me gustaría desarrollar una serie de microrrelatos"?
—Algunas veces me siento a pensar sin nada preconcebido y algo surge. Otras veces, como por ejemplo en Casa de Geishas, tomé la idea de Italo Calvino en Las ciudades invisibles. Y en este momento estoy trabajando con minificciones sobre el circo, que son las últimas que aparecen en este libro.
—Con esa facilidad que tiene para escribir conciso, ¿para escribir novelas cómo hace?
—Sufro. Pero me parece que, en el fondo, todos los novelistas sufren. Esas películas que muestran que el novelista está bloqueado y le da un ataque, y toma la máquina de escribir o la computadora y la tira contra la ventana, siempre se trata de un novelista, nunca de un cuentista.
http://es.wikipedia.org/wiki/Ana_Mar%C3%ADa_Shua
Ana María Shua (Buenos Aires, 22 de abril de 1951) es una escritora argentina.
Publicó su primer libro de poemas, El sol y yo (1967), a los 16 años por el que recibió la Faja de Honor de la SADE. Estudió en la Universidad de Buenos Aires y obtuvo una Maestría en Artes y Literatura. Durante la dictadura militar se exilió en Francia donde trabajó para la revista española Cambio 16. De regreso en Argentina publicó su primera novela, Soy paciente (1980), con la que ganó el premio de la editorial Losada, y la colección de relatos Los días de pesca (1981). En 1984 apareció La sueñera, colección de microrrelatos o "cuentos brevísimos", género que seguiría practicando en años sucesivos (Casa de Geishas, Botánica del caos y Temporada de fantasmas), y del que se ha convertido en una de sus representantes más destacadas.
Ha trabajado como periodista, publicista y guionista de cine, adaptando algunas de sus novelas. Es autora de varias novelas y libros de cuentos dirigidos al público adulto, y ha cultivado también la literatura infantil, y por sus obras dedicadas a los niños ha recibido varios galardones internacionales.
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Obras principales [editar]
Novelas [editar]
- 1980 - Soy paciente (reeditada en 1996)
- 1984 - Los amores de Laurita, llevada al cine en 1986 por Antonio Ottone
- 1994 - El libro de los recuerdos
- 1997 - La muerte como efecto secundario
- 2007 - El peso de la tentación
Colecciones de cuentos [editar]
- 1981 - Los días de pesca
- 1984 - La sueñera (microrrelatos)
- 1988 - Viajando se conoce gente
- 1992 - Casa de geishas (microrrelatos)
- 2000 - Botánica del caos (microrrelatos)
- 2001 - Como una buena madre
- 2004 - Historias verdaderas
- 2004 - Temporada de fantasmas (microrrelatos)
- 2009 - Cazadores de Letras (microrrelatos)
Títulos para niños y jóvenes [editar]
- 1988 - La batalla de los elefantes y los cocodrilos
- 1991 - La fábrica del terror, por el que recibió el Premio Lista de Honor de ALIJA
- 1992 - La puerta para salir del mundo de traducción recomendada por la Internationale Jundbibliothek de Munich
- 1994 - Cuentos judíos con fantasmas y demonios
- 1996 - Ani salva a la perra Laika
- 1998 - Historia de un cuento
- 1999 - Cuentos con magia
- 2000 - La luz mala
- 2001 - Los monstruos del Riachuelo
- 2002 - Planeta miedo
- 2003 - Los devoradores
- 2005 - Su primera zanahoria, Un ciervo muy famoso
Textos humorísticos [editar]
- 1991 - El marido argentino promedio
- 2003 - Risas y emociones en la cocina judía
http://www.minotaurodigital.net/textos.asp?art=4&seccion=Arte&subseccion=articulos
Ana María Shua: "La mini ficción es síntesis extrema"
Convencida de que el cuento brevísimo es el arte de contar lo que no tiene palabras bordeando el centro del misterio literario, la escritora publica "Cazadores de letras", que reúne sus cuatro obras dedicadas a este género. Dice que "es el arte de usar palabras para decir lo que no tiene palabras".
Cazadores de letras, editada por Páginas de Espuma, compila La sueñera, Casa de geishas, Botánica del caos y Temporada de fantasmas.
A estos cuatro textos, emparentados estéticamente con la poesía, se suman un grupo de mini-cuentos inéditos editados bajo el epígrafe "Fenómenos de circo", que podrían integrar en el futuro un nuevo título de la autora, nacida en Buenos Aires en 1951.
La propia escritora recomienda no leer más de cinco o diez mini-relatos de una sola vez, porque es consciente del esfuerzo que debe hacer el lector a la hora de sumergirse en ellos.
Ana María Shua parte de la base de que el género exige del lector sus conocimientos, para completar un relato "sin necesidad de muchas explicaciones", y su empeño de comenzar una narración nueva cada página, que a su vez requerirá un tiempo de reflexión.
En las mini-ficciones de Ana María Shua están presentes los sueños, las enfermedades, la fantasía, las versiones de grandes obras de la literatura universal, las hadas y los lugares comunes del imaginario popular.
Todo ello relatado con un mínimo de palabras porque, como subrayó la autora, el micro-relato es "el arte de usar palabras para decir lo que no tiene palabras bordeando el centro del misterio literario".
Ana María Shua observa a la nuevas tecnologías como "impulsoras" de un género que exige esfuerzo pero también da la satisfacción de empezar y acabar el mismo día, al contrario de "la angustia que genera a un escritor una novela", indicó.
"Lo que importa es el texto no el soporte", afirmó la autora, que vaticinó que la industria editorial tendrá que adaptarse a los nuevos soportes.
En su opinión la industria del libro vive una época de expansión movilizada en buena parte por internet y recordó que las nuevas tecnologías han dado lugar a novedosas formas de la palabra, como los correos electrónicos y los mensajes de texto telefónicos.
"Doy la bienvenida a todas las formas de la palabra escrita y leída", dijo Ana María Shua, autora de cinco novelas, de cuentos largos y de numerosas obras de literatura infantil.
Con Cazadores de letras, Shua se suma a la larga tradición emprendida por compatriotas como Jorge Luis Borges, quien además plantó la bandera de la universalidad e la literatura argentina.
Definió de "muy interesante" el panorama literario argentino, en el que la novela está alcanzando un desarrollo en los últimos 30 o 40 años que no había tenido, porque, explicó, los argentinos éramos "mejores cuentistas que novelistas".
Fuente: EFE
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