domingo, 18 de noviembre de 2018

Egon schiele

En veintiocho años a Schiele le dio tiempo a codearse con Gustav Klimt y los pintores, críticos y mecenas más importantes de la Sezession vienesa, crear algunos de los cuadros más inquietantes sobre el cuerpo humano por su desafío (formal y moral) a los cánones y ampliar así los horizontes del arte, pero también a pasar por la cárcel acusado de corrupción de menores y pintar obras pornográficas, participar en la I Guerra Mundial y morir de gripe española días después de que lo hiciera su mujer embarazada.


Los textos seleccionados recogen, como reza el título, la época más fecunda de Schiele (Tulln an der Donau, Austria, 1890 – Viena, 1918) en lo pictórico y más interesante en lo personal, entre 1909 y 1918, es decir, desde la fundación del Neukunstgruppe hasta la muerte del pintor. Según indica la propia Carmona en su introducción, los escritos de Schiele muestran su “singular cosmovisión” y, al mismo tiempo, “los entresijos del mundo del arte finisecular de aquella Viena efervescente y multidisciplinar”, la ciudad de Wittgenstein, el arquitecto Adolf Loos, y Mahler y la Segunda Escuela de Viena en música. A través de estos escritos lo vemos encarnarse en algunas de las contradicciones de ese tiempo: reconoce el espíritu decadente de la ciudad y se refugia en la soledad y el bosque, pero necesita vender sus cuadros para mantener la independencia y, así, se pasa la vida entrando y saliendo de los círculos de la época con la misma rebeldía con que entra y sale de los grupos artísticos o con que alaba y se distancia de Klimt.
"Quiero irme de Viena, muy pronto. ¡Qué horrible es todo esto! Toda la gente me tiene envidia y es insidiosa conmigo; antiguos colegas me miran con ojos falsos. En Viena hay sombra; la ciudad es negra, todo está prescrito. Deseo estar solo. […] Tengo que ver cosas nuevas e investigarlas. Quiero probar aguas oscuras, ver árboles crujientes, aires salvajes." [Carta a Anton Peschka, 12 Mayo 1910]
El Schiele que presentan sus escritos no es un pintor arrebatado por lo mundano ni un suicida romántico sino un vitalista convencido, asqueado de la ciudad, que busca constantemente la conexión con los elementos de la naturaleza, con la carga jovial y trágica que eso supone; un nietzscheano que encuentra en el arte un nuevo modo de religiosidad al margen del capitalismo, del Estado y de la moral, aunque exige que la obra se contemple como en un “templo” y que sobren las explicaciones.
"La sensación suprema es religión y es arte. La naturaleza es el fin; pero allí está Dios, y yo lo siento fuerte, muy fuerte, fortísimo. Creo que no hay arte “moderno”; solo hay un arte, y es eterno".[“Boceto para un autorretrato”, Julio 1910]
Quedan patentes una noción del arte como un todo con el cosmos, la visión del artista como un elegido, uno de los “pocos”, de los “grandes”, para la contemplación -casi platónica, o quizá schopenhaueriana- inmediata de la luz (en un sentido natural pero también como sinónimo de “intelecto”) y la apuesta decidida por un nuevo tipo de artista, un “eterno niño” en el sentido nietzscheano.
"Yo, eterno niño, siempre seguí el paso de la gente ardiente y no quise estar en ellos, decía; hablé y no hablé, escuché y quise escucharlos fuerte o más fuerte y mirarlos dentro.
Yo, eterno niño, ofrecí sacrificios a otros, a quienes compadecía, a otros, que estaban muy lejos o no me veían a mí, vidente. Les llevé regalos, les envié ojos y viento tembloroso reluciente al encuentro, les abrí caminos superables y no hablé. Pronto reconocieron algunos la mímica del que ve dentro y ya no preguntaron más." [“Yo, eterno niño”, 6 Enero 1911]
Por si no son suficientes argumentos para interesarse por el libro, esta teoría del arte como una iluminación doble -la que el artista recibe de las cosas y la que el artista devuelve a los cuerpos- también tiene un lado escabroso, morboso: en plena decepción tras su paso por la prisión y la polémica suscitada en torno a sus dibujos de niños desnudos, desencantado de nuevo de la ciudad y sin dinero, escribe en su diario en 1912:
"Hay que haber visto y vivido el mundo aún con ojos ingenuos, puros, para tener una gran cosmovisión […] Hay quienes han de vivir por libros y quienes existen por sí mismos; ¿quiénes son los mejores?, es evidente. Pocos ven el sol […] Ella era pequeña y a través de mí se agrandó palpablemente. Aquello que quiere impedir su surgimiento está poseído de malas intenciones. Envidia a aquellos que en el mundo ven algo bello en todo".
Escritos 1909-1918. Egon Schiele. Trad. de Carla Carmona. Madrid: Lamicro 2014.
Dos Poemas
Música durante el ahogamiento
Por momentos, el río negro doblegaba
todas mis fuerzas bajo su yugo.
Las aguas bajas, yo las veía profundas,
y las orillas en pendiente suave, abruptas y elevadas.
Arrastrado por el torbellino de las olas, luchaba
y oía las aguas en mí,
las buenas, las bellas aguas negras ––
Después, de nuevo respiré una fuerza dorada.
La corriente fluía, poderosa, siempre más poderosa.
Sensación
Los grandes vientos de las alturas
enfriaron mi columna vertebral,
y ahora mi mirada es estrábica.
Sobre una pared leprosa, vi
el mundo entero
con todos sus valles, y sus montañas, y sus extensiones
          de agua,
con todos sus animales que se desplazaban a lo lejos –
Las sombras de los árboles y las manchas del sol
me recordaron las nubes.
Sobre esa tierra, yo caminaba
y no percibía mis miembros
de tan ligero como me sentía.
Egon Schiele (Tulln, 1890-Viena, 1918), Yo, eterno niño. Poemas, traducción de Jorge Segovia, Maldoror Ediciones, Vigo, 2005
Envío de Jonio González
MUSIK BEIM ERTRINKEN
IN MOMENTEN JOCHTE DER SCHWARZE FLUSS
meine ganzen Kräfte.
Ich sah die kleinen Wasser groß
und die sanften Ufer steil und hoch.
Drehend rang ich
und hörte die Wasser in mir,
die guten, schönen Schwarzwasser ––
Dann atmete ich wieder goldene Kraft.
Der Strom strömte starr und stärker.
EMPFINDUNG
HOHE GROSSWINDE MACHTEN KALT
mein Rückgrat
und da schielte ich.
Auf einer kratzigen Mauer sah ich
die ganze Welt
mit allen Tälern und Bergen und Seen,
mit all den Tieren, die da umliefen –
Die Schatten der Bäume und die Sonnenflecken
erinnerten mich an die Wolken.
Auf dieser Erde schritt ich
und spürte meine Glieder nicht,
so leicht war mir.
Erotismo














En 1912 lo acusaron de pornógrafo, el juez ordenó quemar uno de sus dibujos y pasó una temporada en la cárcel. Tenía 22 años. En la década de los años 30, ya muerto y con los nazis en la Cancillería austriaca, su consideración no mejoró: pasó a ser un artista degenerado. Hace unas semanas, en la conmemoración del centenario de su muerte, las ciudades de Londres y Hamburgo decidieron que sus obras no podían ser contempladas al aire libre.
Ha pasado un siglo y Egon Schiele (Tulln, 1890-Viena, 1918) sigue saltándose las reglas que gobiernan la moralidad en el dominio público. La Oficina de Turismo de Viena eligió sus pinturas para lanzar los carteles de la campaña en el Reino Unido que celebra los cien años del modernismo vienés y el metro de Londres los rechazó por la "turbación" de tener que mostrar genitales en el espacio público. Las obras de arte debían estar tapadas. Ni siquiera pixeladas. Lo mismo ocurrió en la campaña en Alemania.
"Lo puedes ver todo en Viena", retaban los carteles de metro de Londres y las marquesinas de Hamburgo y Colonia. Las figuras de Schiele se mostraban con los genitales tapados por el lema de la exposición: "Cien años ya, pero aún demasiado atrevido", junto al hashtag #ToArtItsFreedom ("Para el arte esto es libertad"). La frase que censura los desnudos de Schiele en la publicidad proviene de la fachada de la Secesión, cofundada por Klimt en 1897: Der Zeit ihre Kunst, der Kunst ihre Freiheit: "A cada tiempo su arte, y a cada arte su libertad"
Junto a Oskar Kokoschka, Egon Schiele está considerado el máximo representante del expresionismo austriaco. Pese a tanta polémica, se trata de un pintor reconocido. Tanto, que corre el riesgo de morir de éxito. Ya hemos visto cómo Viena lo utiliza como icono para vender su imagen y empapelar media Europa; en el Thyssen-Bornemisza de Madrid se venden cojines bordados con sus paisajes; Patti Smith dijo una vez que se sintió atraída por el cantante Tom Verlaine, líder del grupo protopunk Television, porque tenía un aire al pintor austriaco.
Le sobraba talento. Nació en Tulln an der Donau, una ciudad abrazada al Danubio a 40 kilómetros de Viena, y con 16 años fue el estudiante más joven de su generación en ingresar en la Academia de Bellas Artes. Lo hizo en 1906, un año antes de que la misma institución rechazara a Adolf Hitler (en realidad le negó el acceso en dos ocasiones, en 1907 y en 1908). Gustav Klimt se convirtió en su mentor y el arquitecto Otto Wagner empezó a aconsejarle para lanzar su carrera. En 1910 rompió con la academia y con 20 años se transformó en el artista de la mirada radical que nos ha llegado hasta hoy.
En la puerta del Museo Leopold, el escritor Stefan Kutzenberger, experto en Schiele y que hasta hace muy poco trabajaba en el museo, adelanta lo que vamos a contemplar: "Schiele fue uno de los grandes exploradores de la modernidad. La sociedad del fin de siglo sufrió uno de los cambios más extremos de todos los tiempos. Las innovaciones técnicas cambiaron la vida cotidiana a una velocidad sin precedentes. Schiele buscaba la respuesta a la pregunta de qué significaba este cambio social para el individuo. Schiele experimenta consigo mismo, toma su cara, su cuerpo y quiere encontrar al YO moderno". 
Kutzenberger ofrece una interpretación de por qué Egon Schiele sigue siendo actual: "Nos muestra lo que significa ser un yo, una existencia. Por eso sus figuras están pintadas muchas veces sin fondo y sin ropa, desnudas en un mundo desnudo. Lo que queda es el cuerpo humano y la sola existencia, que busca una manera de ser y una manera de comunicar sus sensaciones, ideas y sufrimientos. Schiele quiere expresar el mundo interior al mundo exterior. Como todas estas cuestiones son todavía actuales, o incluso más actuales que nunca, la obra de Schiele está más de moda que nunca".
El Museo Leopold, un gigantesco cubo blanco varado en la plaza mayor del barrio de los museos de Viena, posee la mayor colección de Schiele en el mundo, compuesta por más de 40 pinturas y 180 trabajos sobre papel. Incluso tiene un Centro de Documentación para investigar su obra. La exposición de aniversario, Die Jubiläumsschau, exhibe 125 obras procedentes de los fondos del propio museo y de la colección privada de la familia Leopold entre óleos, acuarelas, dibujos y gouaches, además de fotografías, cartas y poemas del artista.
Su estudio del cuerpo humano y su interés por la representación de la sexualidad provocó que su obra fuese (des)calificada en numerosas ocasiones como pornográfica. El hombre que amaba las vaginas, como lo describe el crítico de arte Jonathan Jones, se atrevió incluso con tabúes aún vigentes. La mujer en Schiele es una mujer que se masturba -las mujeres se masturban- y que tiene la menstruación -las mujeres menstrúan-.
También llevó el atrevimiento a su propio espejo. Él mismo se convirtió en su modelo favorito. Se obsesionó con su propia imagen. Se autorretrató en todo tipo de actitudes y gestos, vestido y desnudo, melancólico y con un erotismo provocador.
Schiele-Brus-PalmeSi Egon Schiele fue su modelo preferido, Günter Brus (1938) es su propia obra de arte. Así lo explica el artista: "Mi cuerpo es la intención, mi cuerpo es el evento, mi cuerpo es el resultado". En ocasiones, hasta el sadomasoquismo. Durante la década de 1960 Günter Brus retomó el cuerpo como capital artístico y radicalizó el análisis que Schiele hizo del yo. Una generación después, Thomas Palme (1967) recoge en sus gráficos el testigo de la herencia de Schiele y de Brus.
En los sótanos del Leopold, como un gran salón erótico abierto en las entrañas de Viena, se inaugura hoy la muestra Dreams of Falling, que establece un fecundo diálogo que trasciende lo temporal, como el collage que le dedicó Brus a Schiele en 1965. Hay lascivia y provocación, que en el caso de Schiele se remonta a 1910 cuando la policía le obligó a sacar 14 dibujos de una exhibición debido a su "naturaleza obscena".
Egon Schiele, Günter Brus y Thomas Palme fueron los enfants terribles de sus respectivas generaciones. Sus obras ampliaron el significado de lo que hasta entonces había sido el concepto de arte. Y con él, el de la censura.

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