martes, 16 de enero de 2024
un artículo de Marion Eppinger relatado por Jorge Fernández Díaz en pensándolo bien
lunes, 26 de abril de 2021
Colombia. O cómo volver a casa después del infierno”, en La Nación Revista. Carolina Aguirre
Lo único que sé sobre Colombia es que hacen mis telenovelas preferidas y que es un país violento. Te lo avisa todo el mundo antes de subirte al avión. Que hay secuestros, que te matan, que ojo con las FARC, que en Bogotá nunca sale el sol, que hay militares en todas las esquinas. Yo siempre contesto lo mismo: que a mí nada me miedo, menos Colombia, patria de Betty la fea y Café con aroma de mujer. Pero ese es un problema que tengo yo, que nada me da miedo.
Viajo con mi novio. Estamos juntos hace cuatro o cinco meses y la relación está en su peor momento. Salvo cuando salimos y nos divertimos, al lado suyo la paso pésimo. Él es un mujeriego oscuro y no le creo nada de lo que dice. Su pasado me atormenta, no me gusta cómo le habla a su ex mujer, tuvo demasiadas amantes y sus anécdotas están llenas de agujeros. Cuando pienso en eso, tengo un ataque de angustia, me pongo a llorar y lo dejo. Lo dejé una vez durante el primer mes. Dos veces el segundo. Tres o cuatro el tercero. A esta altura, lo dejo una vez por semana por lo menos.
Matar la crisis a volantazos, 23 septiembre, 2010. Hernán Casciari
Voy a cumplir cuarenta. Lo escribo así, de sopetón, para que se asusten los lectores jóvenes. La famosísima crisis es inminente. En las vísperas redondas (los veinte, los treinta) me pregunté siempre lo mismo: ¿cómo se esquiva una crisis que acecha? Cuando estaba a punto de cumplir los treinta cambié de país, de siglo y de estado civil. Hice todo eso nada más que para distraer mi crisis. Ahora viene otra, más intensa, y algo tendré que hacer. Un volantazo fulminante que me haga olvidar lo más terrible: que quedan diez años menos.
Cuando me llegaron los treinta pasaron un montón de cosas que distrajeron mi crisis: cambió el milenio, cayeron las torres, me subí al último avión de fumadores y pasé mi primer fin de año con nieve. Conocí a Cristina y supe que me iría a vivir con ella. Me convertí en un inmigrante y dejé de escribir literatura analógica. Perdí mis códigos y mi jerga. Probé la horchata y el hachís. Le enseñé a mis padres a instalar un messenger y a usarlo cada día. Entendí, como pude, los beneficios y las contras de internet, esa confusión gigantesca que empezaba a mostrar las uñas. Y sin entenderlo del todo me puse a escribir allí, en ese reducto nuevo, sin esperar nada.
Melancolía de mujeres analógicas, 24 abril, 2009 .Hernán Casciari
—¿Para tanto? —le pregunto.
—Mirá para afuera —me explica—. Imaginate que todas las mujeres que están pasando ahora por la calle tuvieran un cartel en el culo que dijera «estoy en una relación complicada», o «soy soltera», o «solamente busco amistad», o incluso «me interesan los hombres y también las mujeres»...
sábado, 20 de julio de 2019
LA DECADENCIA DE LA AMISTAD. Por Alejandro Dolina.
martes, 7 de febrero de 2017
Una historia corta de Roberto Bolaño: Otro cuento ruso
martes, 3 de mayo de 2016
Un pequeño velero valiente, Arturo Pérez Reverte
El Hurto (relato) de "El Jardinero de Sarajevo", Miljenko Jergovic
El hurto (relato). Extraido de "El jardinero de Sarajevo". Miljenko Jergovic. Ed Deria. Descatalogado.
En nuestro jardín crecía un manzano cuyos frutos se veían más hermosos desde las ventanas de mis vecinos. En vano, Rade y Jela traían a sus hijas fruta del mercado; ninguna manzana en el mundo era tan apetitosa como las nuestras vistas desde sus ventanas. Cuando sus padres se iban a trabajar, las niñas saltaban la valla y tomaban la fruta más madura. Yo las echaba, les arrojaba barro y piedras, defendía mi propiedad; aunque ni aquellas ni las manzanas me gustaban especialmente. Para vengarse, la hermana pequeña le dijo a mi madre que me habían puesto un uno en matemáticas. La jefa se fue corriendo al colegio y se convenció de la exactitud de sus palabras, y durante días me maltrató con ecuaciones de dos incógnitas. Tanta X y tanta Y me hicieron la vida imposible, por lo que decidí pagarles con la misma moneda empleando todos los medios a mi alcance.