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domingo, 5 de febrero de 2012
COMO INSERTAR UN LINK EN UN TEXTO
LINK en un texto
osea en blogs y foros (no en word), quiero insertar un link a una palabra, de tal modo que al hacer click sobre la palabra te direccione a dicha web...
por ejemplo al hacer click en "duda" que te lleve a www.google.com u otra dirección
cual es el codigo para hacer eso?
duda
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lunes, 30 de enero de 2012
simplemente-soft.blogspot.com/
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viernes, 16 de diciembre de 2011
TIEMPOS REVUELTOS.RAYMOND CARVER

TIEMPOS REVUELTOS'Esa duración que convierte a las Pirámides
en columnas de hielo que se derriten. Todo es pasado en un instante.
SIR THOMAS BROWNE
menaza tormenta. La niebla gris oscurece las cumbres a lo
largo del valle. Nubes negras con pliegues y capas blancas en
la superficie se acercan desde las colinas en rápidos desplazamientos,
descienden hasta el valle y pasan sobre los campos y
baldíos que hay frente a la casa. Dando rienda suelta a su imaginación,
Farrell ve las nubes como caballos negros sobre los
que cabalgan fantasmales almas en pena y, detrás, las carrozas
negras girando lenta e inexorablemente, a veces un
cochero con plumas blancas en el pescante. Cierra la puerta
del porche y observa tras el cristal a su mujer que baja lentamente
las escaleras. Se vuelve y le sonríe. Abre de nuevo y la
saluda. Más tarde, ella se aleja en el coche. Vuelve a la habitación
y se sienta en el sillón de cuero, bajo la lámpara de
cobre. Se estira extendiendo los brazos por fuera del sillón.
La habitación está un poco más oscura cuando Iris sale
del baño envuelta en una bata blanca abierta. Saca el taburete
de debajo del tocador y se sienta frente al espejo. Coge con
la mano derecha el cepillo blanco de plástico y comienza a
peinarse con movimientos rápidos y rítmicos provocando un
leve chasquido. Sujeta con la mano izquierda el cabello sobre
uno de los hombros y realiza los largos, rápidos y rítmicos
movimientos con la mano derecha. Se detiene un instante y
enciende la lamparilla del espejo. Farrell coge una revista de
fotos del aparador que está al lado del sofá y se estira para
encender la lámpara golpeando sin querer el pergamino de
la pantalla al buscar la cadenilla. La lámpara está unos centímetros
por encima de su hombro derecho y la pantalla
marrón cruje cuando la toca.
Afuera está oscuro y el aire huele a lluvia. Iris le pregunta
si cerró la ventana. Mira hacia la ventana, luego al espejo,
ve su propio reflejo y detrás a Iris observándole sentada frente
al tocador, con otro Farrell más borroso mirando fijamente
desde la ventana que ella tiene al lado. Tiene que llamar a
Frank para confirmar que salen de caza mañana por la mañana.
Pasa las páginas. El cepillo se tambalea sobre la superficie
del vestidor.
“¿Sabes que estoy embarazada, Lew?”, le dice.
Las páginas satinadas de la revista muestran bajo la lámpara
una catástrofe natural. La fotografía de un terremoto en
algún lugar del Oriente Próximo.
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RAYMOND CARVER.LITTLE THINGS

Little Things
Early that day the weather turned and the snow was melting into dirty water. Streaks of it ran down from the little shoulder-high window that faced the backyard. Cars slushed by on the street outside, where it was getting dark. But it was getting dark on the inside too.
He was in the bedroom pushing clothes into a suitcase when she came to the door.
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jueves, 22 de septiembre de 2011
“los daños materiales”, de matilde sanchez,por Beatriz Sarlo

Cold porno
La ensayista continúa con sus lecturas de literatura argentina contemporánea. En este caso comenta la última novela de Matilde Sánchez, publicada por la editorial Alfaguara. Una larga carta que para la narradora parece querer servir, una vez publicada, como advertencia psicológica o guía mundana para otras mujeres: una carta a futuras víctimas de un maníaco sexual. Y la primera advertencia a esas víctimas es que la manía sexual es contagiosa. Según la autora de este ensayo, tal como ocurre con el Marqués de Sade, la pornografía tiene siempre una dimensión moral.
Por Beatriz Sarlo
Matilde Sánchez. Periodista y escritora, entre sus libros se cuentan La ingratitud (su primera novela),
En las primeras líneas de Los daños materiales, Matilde Sánchez niega que se trate de una novela, aunque pocos renglones después admite que quizá lo sea: “una novela de amor negro y suspenso legal, un thriller psicológico –un documental dirigido” por un psicoanalista. Pero las primeras palabras con las que define su obra son: “Esto es una carta”. El lector todavía no está en condiciones de verificar o contradecir a la autora. Terminada la lectura, cierra el libro con la seguridad de que ha leído una novela que tiene algo de carta. No necesita saber si lo que le han narrado sucedió en alguna realidad exterior cuyo conocimiento es inútil y sólo daría satisfacción a la curiosidad biográfica. Y, además, todo lo que le han narrado responde a los géneros que, alternativamente, se negaron y se afirmaron en el comienzo.
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"La ingratitud", de Matilde Sanchez .x Beatriz Sarlo.

LA INGRATITUD
La inteligencia
La ensayista continúa la serie de lúcidos artículos en los que reflexiona acerca de las novedades editoriales de la literatura argentina contemporánea. En este caso se trata de una relectura y una reedición, ya que la novela de Sánchez apareció por primera vez en 1992, pero se trata de una excepción ineludible: el libro le parece a Sarlo “tan perfecto” como hace veinte años.
Por Beatriz Sarlo
06/08/11 - 09:50
Ayer como hoy. Las cualidades de la literatura de Sánchez que vino después ya estaban en ésta, su primera novela.
Matilde Sánchez escribió esta novela en 1986. Fue publicada en 1992, por la editorial de Ada Korn. En el prólogo que ahora le agrega para esta edición de Mardulce, Sánchez observa que en aquel tiempo “al contrario de lo que ocurre hoy, la juventud se consideraba un obstáculo para una primera novela”. Quizá por eso la novela sea tan perfecta. Recuerdo que hace 25 años lo “inacabado” no era un mérito salvo que antes se hubieran escrito novelas “acabadas”. No había especial debilidad por lo juvenil y las primeras novelas de Sánchez, de Alan Pauls, de Sergio Chejfec o de Daniel Guebel no reclamaban esa prerrogativa.
Cuando entonces leí los originales de La ingratitud tuve la impresión de estar ante una novela que debía ser publicada.
Otros originales de primeras novelas no suscitan la convicción de que deben pasar a imprimirse de inmediato. Con La ingratitud, en cambio, pensé: esta novela es inesperada y sorprendentemente buena. Haber dicho algo antes no implica necesariamente un acierto. A veces, todo lo contrario.
Ahora, volví a leer La ingratitud y tengo la convicción de que acertaba. Es un texto notable por su inteligencia, por la acerada seguridad de la escritura sin vacilaciones y por la capacidad de exponer un drama de sentimientos con la misma distancia con que observa una ciudad extranjera. Estas cualidades son las de la literatura de Sánchez en los años que siguieron. Es lo primero de una mujer que ya estaba constituida como la escritora que es hoy. Había leído lo que necesitaba para escribir y lo incorporaba sin exhibicionismo juvenil y sin los manierismos, habituales en los años ochenta, de una ficción que citaba otras ficciones. La ingratitud no es una novela juvenil; tampoco es un destilado hiperliterario que propone cada cita como si se tratara de un concurso en el que los lectores juegan su inclusión en una comunidad de gente instruida.
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lunes, 10 de enero de 2011
Cuento La Plapla (María Elena Walsh)

Felipito Tacatún estaba haciendo los deberes. Inclinado sobre el cuaderno y sacando un poquito la lengua, escribía enruladas emes, orejudas eles y elegantísimas zetas.
De pronto, vio algo muy raro sobre el papel.
–¿Qué es esto?– se preguntó Felipito, que era un poco miope, y se puso un par de anteojos.
Una de las letras que había escrito se despatarraba toda y se ponía a caminar muy oronda por el cuaderno.
Felipito no lo podía creer, y sin embargo era cierto: la letra, como una araña de tinta, patinaba muy contenta por la página.
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