http://www.lanacion.com.ar/1763007-te-amare-locamente-iv-y-final
Un manipulador despechado es más peligroso que un tiburón toro, y exactamente a eso se enfrenta ahora Irene aunque no pueda imaginar todavía cuán creativo puede ser el resentimiento. Intimida pensar que la persona a quien le entregaste tu cuerpo, tus secretos y debilidades, y tu absoluta confianza se ha pasado con semejantes armas de destrucción masiva a las filas del enemigo.
Gabriel se muestra, por supuesto, asombrado y ofendido al saber que ella lo acusa sin pruebas de haberle arruinado el auto con líquido para frenos, pero ofrece a continuación los servicios de un mecánico que es un verdadero artista en chapa y pintura. Irene le grita cínico y le corta de golpe el teléfono. Llama a sus padres y hermanos, y corre hacia ellos en busca de ayuda, pero vuelve a encontrar cierta resistencia y un marcado escepticismo acerca de su separación, que consideran abrupta y un tanto paranoide. Aunque parezca lo contrario, a pesar incluso de que convivan en frecuentes fines de semanas y hasta en vacaciones enteras, los parientes suelen ver únicamente la exterioridad de las parejas, una versión tranquilizadora, pero fraudulenta: nunca somos los que somos en las reuniones. Y entonces cuando alguien anuncia un divorcio, lo primero que sucede es el estupor y lo segundo, la porfiada abogacía del diablo. Como la familia de Irene está particularmente encantada con el hechicero, la obstinación se torna aún más ardua. En un momento, ella incluso pesca a su padre hablando por celular con el arcángel. El tono es bajo, pero inequívoco: los dos hombres se refieren a ella como a una niña inmadura que debe ser cuidada de sí misma. Le cuesta mucho a Irene imponer su palabra entre su propia gente y también deshacerse de esa malla pegajosa que Gabriel sigue cosiendo a su alrededor. Dos semanas más tarde descubre que el arcángel los ha invitado a todos a su cumpleaños, que celebra en un resort con spa de la isla del Tigre. A veces la familia política del ex sobreactúa la diplomacia y la caballerosidad. Es poco propensa a la solidaridad parental, teme que el asunto sea temporario y reversible, y en el fondo no quiere ser confundida en el amasijo del desamor. Aspira a que el odio pueda volverse selectivo: el problema es con ella, pero a nosotros nos sigue teniendo aprecio, se ufanan.