jueves, 10 de octubre de 2013

ALICE MUNRO LAS LUNAS DE JÚPITER



Encontré a mi padre en el ala de cardiología, en el octavo piso del Hospital General de Toronto. Estaba en una habitación semi-privada. La otra cama estaba vacía. Dijo que su seguro hospitalario cubría sólo una cama en el pabellón, y que estaba preocupado de que le pudieran cobrar suplemento.
—Yo no he pedido una semi-privada —dijo.
Le dije que probablemente las salas estuvieran llenas.

Alice Munro: Alga marina roja








Al final del verano Lydia cogió una barca para ir a una isla de la costa sur de Nueva Brunswick, donde iba a quedarse a pasar la noche. Le quedaban sólo unos días para tener que volver a Ontario. Trabajaba como directora para un editor de Toronto. También era poeta, pero ella no lo mencionaba a menos que fuese algo que la gente ya supiera. Durante los pasados dieciocho meses había estado viviendo con un hombre en Kingston. Por lo que ella creía, aquello se había terminado.
Se había dado cuenta de algo acerca de ella misma en aquel viaje a las Marítimas: La gente ya no estaba tan interesada en conocerla.

MI VIDA QUERIDA.RELATO FRAGMENTO.ALICE MUNRO

fragmento de uno de los relatos que componen «Mi vida querida» (Lumen), último libro de la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2013

En mi juventud parecía no haber nunca un parto, o un apéndice reventado, o cualquier otro incidente drástico de salud que no ocurriera mientras arreciaba una tormenta de nieve. Las carreteras estarían cortadas, así que de todos modos no se podría pensar en sacar un coche, y habría que enganchar varios caballos para llegar al pueblo e ir al hospital. Por suerte aún había caballos: en circunstancias normales la gente se habría deshecho de ellos, pero con la guerra y el racionamiento de combustible las cosas habían cambiado, al menos por el momento.

miércoles, 24 de julio de 2013

No oyes ladrar los perros / Juan Rulfo

—Tú que vas allá arriba, Ignacio, dime si no oyes alguna señal de algo o si ves alguna luz en alguna parte. —No se ve nada. —Ya debemos estar cerca. —Sí, pero no se oye nada. —Mira bien. —No se ve nada. —Pobre de ti, Ignacio. La sombra larga y negra de los hombres siguió moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Era una sola sombra, tambaleante. La luna venía saliendo de la tierra, como una llamarada redonda. —Ya debemos estar llegando a ese pueblo, Ignacio. Tú que llevas las orejas de fuera, fíjate a ver si no oyes ladrar los perros. Acuérdate que nos dijeron que Tonaya estaba detrasito del monte. Y desde qué horas que hemos dejado el monte. Acuérdate, Ignacio. —Sí, pero no veo rastro de nada. —Me estoy cansando. —Bájame. El viejo se fue reculando hasta encontrarse con el paredón y se recargó allí, sin soltar la carga de sus hombros. Aunque se le doblaban las piernas, no quería sentarse, porque después no hubiera podido levantar el cuerpo de su hijo, al que allá atrás, horas antes, le habían ayudado a echárselo a la espalda. Y así lo había traído desde entonces. —¿Cómo te sientes? —Mal. Hablaba poco. Cada vez menos. En ratos parecía dormir. En ratos parecía tener frío. Temblaba. Sabía cuándo le agarraba a su hijo el temblor por las sacudidas que le daba, y porque los pies se le encajaban en los ijares como espuelas. Luego las manos del hijo, que traía trabadas en su pescuezo, le zarandeaban la cabeza como si fuera una sonaja. Él apretaba los dientes para no morderse la lengua y cuando acababa aquello le preguntaba: —¿Te duele mucho? —Algo —contestaba él. Primero le había dicho: "Apéame aquí... Déjame aquí... Vete tú solo. Yo te alcanzaré mañana o en cuanto me reponga un poco." Se lo había dicho como cincuenta veces. Ahora ni siquiera eso decía. Allí estaba la luna. Enfrente de ellos. Una luna grande y colorada que les llenaba de luz los ojos y que estiraba y oscurecía más su sombra sobre la tierra. —No veo ya por dónde voy —decía él. Pero nadie le contestaba. El otro iba allá arriba, todo iluminado por la luna, con su cara descolorida, sin sangre, reflejando una luz opaca. Y él acá abajo. —¿Me oíste, Ignacio? Te digo que no veo bien. Y el otro se quedaba callado. Siguió caminando, a tropezones. Encogía el cuerpo y luego se enderezaba para volver a tropezar de nuevo. —Este no es ningún camino. Nos dijeron que detrás del cerro estaba Tonaya. Ya hemos pasado el cerro. Y Tonaya no se ve, ni se oye ningún ruido que nos diga que está cerca. ¿Por qué no quieres decirme qué ves, tú que vas allá arriba, Ignacio? —Bájame, padre. —¿Te sientes mal? —Sí —Te llevaré a Tonaya a como dé lugar. Allí encontraré quien te cuide. Dicen que allí hay un doctor. Yo te llevaré con él. Te he traído cargando desde hace horas y no te dejaré tirado aquí para que acaben contigo quienes sean. Se tambaleó un poco. Dio dos o tres pasos de lado y volvió a enderezarse. —Te llevaré a Tonaya. —Bájame. Su voz se hizo quedita, apenas murmurada: —Quiero acostarme un rato. —Duérmete allí arriba. Al cabo te llevo bien agarrado. La luna iba subiendo, casi azul, sobre un cielo claro. La cara del viejo, mojada en sudor, se llenó de luz. Escondió los ojos para no mirar de frente, ya que no podía agachar la cabeza agarrotada entre las manos de su hijo. —Todo esto que hago, no lo hago por usted. Lo hago por su difunta madre. Porque usted fue su hijo. Por eso lo hago. Ella me reconvendría si yo lo hubiera dejado tirado allí, donde lo encontré, y no lo hubiera recogido para llevarlo a que lo curen, como estoy haciéndolo. Es ella la que me da ánimos, no usted. Comenzando porque a usted no le debo más que puras dificultades, puras mortificaciones, puras vergüenzas. Sudaba al hablar. Pero el viento de la noche le secaba el sudor. Y sobre el sudor seco, volvía a sudar. —Me derrengaré, pero llegaré con usted a Tonaya, para que le alivien esas heridas que le han hecho. Y estoy seguro de que, en cuanto se sienta usted bien, volverá a sus malos pasos. Eso ya no me importa. Con tal que se vaya lejos, donde yo no vuelva a saber de usted. Con tal de eso... Porque para mí usted ya no es mi hijo. He maldecido la sangre que usted tiene de mí. La parte que a mí me tocaba la he maldecido. He dicho: “¡Que se le pudra en los riñones la sangre que yo le di!” Lo dije desde que supe que usted andaba trajinando por los caminos, viviendo del robo y matando gente... Y gente buena. Y si no, allí esta mi compadre Tranquilino. El que lo bautizó a usted. El que le dio su nombre. A él también le tocó la mala suerte de encontrarse con usted. Desde entonces dije: “Ese no puede ser mi hijo.” —Mira a ver si ya ves algo. O si oyes algo. Tú que puedes hacerlo desde allá arriba, porque yo me siento sordo. —No veo nada. —Peor para ti, Ignacio. —Tengo sed. —¡Aguántate! Ya debemos estar cerca. Lo que pasa es que ya es muy noche y han de haber apagado la luz en el pueblo. Pero al menos debías de oír si ladran los perros. Haz por oír. —Dame agua. —Aquí no hay agua. No hay más que piedras. Aguántate. Y aunque la hubiera, no te bajaría a tomar agua. Nadie me ayudaría a subirte otra vez y yo solo no puedo. —Tengo mucha sed y mucho sueño. —Me acuerdo cuando naciste. Así eras entonces. Despertabas con hambre y comías para volver a dormirte. Y tu madre te daba agua, porque ya te habías acabado la leche de ella. No tenías llenadero. Y eras muy rabioso. Nunca pensé que con el tiempo se te fuera a subir aquella rabia a la cabeza... Pero así fue. Tu madre, que descanse en paz, quería que te criaras fuerte. Creía que cuando tú crecieras irías a ser su sostén. No te tuvo más que a ti. El otro hijo que iba a tener la mató. Y tú la hubieras matado otra vez si ella estuviera viva a estas alturas. Sintió que el hombre aquel que llevaba sobre sus hombros dejó de apretar las rodillas y comenzó a soltar los pies, balanceándolo de un lado para otro. Y le pareció que la cabeza; allá arriba, se sacudía como si sollozara. Sobre su cabello sintió que caían gruesas gotas, como de lágrimas. —¿Lloras, Ignacio? Lo hace llorar a usted el recuerdo de su madre, ¿verdad? Pero nunca hizo usted nada por ella. Nos pagó siempre mal. Parece que en lugar de cariño, le hubiéramos retacado el cuerpo de maldad. ¿Y ya ve? Ahora lo han herido. ¿Qué pasó con sus amigos? Los mataron a todos. Pero ellos no tenían a nadie. Ellos bien hubieran podido decir: “No tenemos a quién darle nuestra lástima”. ¿Pero usted, Ignacio? Allí estaba ya el pueblo. Vio brillar los tejados bajo la luz de la luna. Tuvo la impresión de que lo aplastaba el peso de su hijo al sentir que las corvas se le doblaban en el último esfuerzo. Al llegar al primer tejaván, se recostó sobre el pretil de la acera y soltó el cuerpo, flojo, como si lo hubieran descoyuntado. Destrabó difícilmente los dedos con que su hijo había venido sosteniéndose de su cuello y, al quedar libre, oyó cómo por todas partes ladraban los perros. —¿Y tú no los oías, Ignacio? —dijo—. No me ayudaste ni siquiera con esta esperanza. http://conversacionesdeballenas.blogspot.com.ar/2013/07/no-oyes-ladrar-los-perros-juan-rulfo.html Fuente: El llano en llamas / Juan Rulfo. 3a ed. Barcelona: Anagrama, 2000 Vídeo: Juan Rulfo - No oyes ladrar los perros. Tomado del canal de Youtube de StepanTrofimovich. En: http://www.youtube.com/user/StepanTrofimovich?feature=watch [22 de julio de 2013]

sábado, 15 de junio de 2013

heart muscle

heart muscle by nightcloud1
heart muscle, a photo by nightcloud1 on Flickr.
Catharina Sonn Kaaren

clac clac

clac clac by nightcloud1
clac clac, a photo by nightcloud1 on Flickr.
Catharina Sonn Kaaren
half way of a new pin brooch/pendant
black hemp pulp sculpted
Brazilian nut slice; 'caught' behind a beach pebble painted red -- that makes the 'clac clac' sound when the pendant moves
very light weight!
percussion jewelry -- might become a whole line

plant makings

plant makings by nightcloud1
plant makings, a photo by nightcloud1 on Flickr.
Catharina Sonn Kaaren
little creations with cotton, corn and wheat straw pulp -- some pendants, some brooches, some both...
I integrated walnut shells and mostly material found on our ground, in the earth, at the nearby river. My etsy shop needs some cleaning and then... new filling

cotton shell

cotton shell by nightcloud1
cotton shell, a photo by nightcloud1 on Flickr.
Catharina Sonn Kaaren

new couples

new couples by nightcloud1
new couples, a photo by nightcloud1 on Flickr.

poetry pillows

poetry pillows by nightcloud1
poetry pillows, a photo by nightcloud1 on Flickr.

Happy End - paper

Happy End - paper by Sharon Pazner
Happy End - paper, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

Be Fruitful and Multiply פרו ורבו

paper skull - paper

paper skull - paper by Sharon Pazner
paper skull - paper, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

missing

missing by Sharon Pazner
missing, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

scanned home - paper

scanned home - paper by Sharon Pazner
scanned home - paper, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

broken homes

broken homes  by Sharon Pazner
broken homes , a photo by Sharon Pazner on Flickr.

ghost

ghost by Sharon Pazner
ghost, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

cubism - folded

cubism - folded by Sharon Pazner
cubism - folded, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

cubism - self-portrait

cubism - self-portrait by Sharon Pazner
cubism - self-portrait, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

Skull - scanned nails, bolts, nut

Fishing - Installation - cardboard, mixed media

Neighbors - שכנים

Neighbors - שכנים by Sharon Pazner
Neighbors - שכנים, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

exhibition opening - פתיחת תערוכה - שיפודים

concrete - dice

concrete - dice by Sharon Pazner
concrete - dice, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

concrete - dollhouse - facades - screws

Flight - concrete and nails מעוף - בטון ומסמרים

one bottle - rust print

one bottle - rust print by Sharon Pazner
one bottle - rust print, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

bottle - rust print

bottle - rust print by Sharon Pazner
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5 bottles - rust print

5 bottles - rust print by Sharon Pazner
5 bottles - rust print, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

white square - unfolded - rust print

bullseyes - unfolded - rust prints

bullseye - unfolded - rust print

breach

breach by Sharon Pazner
breach, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

Goldfish

Goldfish by Sharon Pazner
Goldfish, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

concrete - dollhouse

concrete - dollhouse by Sharon Pazner
concrete - dollhouse, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

concrete - dollhouses

concrete - dollhouses by Sharon Pazner
concrete - dollhouses, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

M - 4

M - 4 by Sharon Pazner
M - 4, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

clockwork

clockwork by Sharon Pazner
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family

family by Sharon Pazner
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pins

pins by Sharon Pazner
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M

M by Sharon Pazner
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heart houses - concrete

heart houses - concrete by Sharon Pazner
heart houses - concrete, a photo by Sharon Pazner on Flickr.

Lonely Planets - concrete

Tiny Giant - concrete and nails

A tale of Two Cities - concrete, found object

miércoles, 5 de junio de 2013

SARA GALLARDO *, un cuento de "El país del humo" Un césped

En los jardines que van de Palermo a la Recoleta hay un cuadro de césped. Cierto año, los jardineros se olvidaron de cortarlo. El pasto creció a sus anchas. Cada media hora corría un tren, con hálito ferruginoso. Las raíces lo sentían pasar. Las lombrices interrumpían sus caminos. A su antojo crecieron los pastos. En otoño, los jugos atravesaron la tierra como la aguja del colchonero el espesor de la lana. Pastos y lombrices se sorprendieron con la novedad.

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"COSQUILLAS MENTALES" POR SILVIA HOPENHAYN




Cosquillas mentales

Sábado 17 de marzo de 2007 | Publicado en edición impresa
Por Silvia Hopenhayn
Para LA NACION
TUTE CON QUINO
http://www.lanacion.com.ar/891994-cosquillas-mentales
Hoy en día, la risa cotiza en la Bolsa. Sobre todo, la risa esbozada, la del gesto socarrón. Y la carcajada inútil que corrobora lo fortuito. La ironía es su sustento, y la decepción, su resaca.
El que no se ríe pierde el hilo de la comunicación. Es un outsider de la hipermodernidad. ¿Pero de qué sirve una risa estampada, cuando es mero efecto, sin alegoría? Quizá lo más difícil sea salirse del juego para hacer con lo risueño una alianza duradera. Y eso necesariamente requiere poesía. Porque la mejor forma de reírse es sorprender al cuerpo con una palabra, y ésta sólo puede surgir de un desenlace poético. Ese sobresalto emotivo, sin reclamos ni esfuerzos, es el que proporcionan algunas tiras cómicas, inmersas en el malestar del presente y, al mismo tiempo, refrescantes y libres. Es el caso del trazo feliz de Tute, tan claro para plasmar cualquier oscuridad anímica.
Sudamericana acaba de publicar su último libro, Tute , "tutelado" por distintos autores que lo presentan en prefacio y solapas (Liniers, Fontanarrosa y Oscar Grillo). Varios de los dibujos aparecieron en su página de LA NACION. Otros parecen emerger arrugados de su bolsillo, como empeñados en adquirir vida propia, y se cuelgan de las páginas, aunque sólo se les vean los pies. Sus personajes no necesitan ser grandilocuentes. A la manera de los creados por Copi, pero con mayor ternura, expresan sus penurias desde un egocentrismo sin petulancia. Con fondo blanco o sobre un color pleno, sentados, parados o colgados de un globo, confiesan sus confusiones, haciéndonos cómplices de sus deseos de salvarse. Como el hombrecito azul que se enrosca sobre su escritorio diciendo: "Daría hasta lo que no tengo por tener lo que me falta". O la pareja que comparte una copa en una mesa ingrávida. El, apesadumbrado, le busca la vuelta al amor: "Tanto cambiamos para satisfacer al otro que ahora gustamos el uno del otro pero cada uno se detesta a sí mismo". Claro que es imposible transmitir el humor que ofrecen estas páginas, porque la palabra es prácticamente indiscernible del dibujo. Ambos se aúnan en nitidez y poesía. Y logran, quizá, rebatir los preceptos sumamente lúcidos del filósofo francés Henri Bergson, quien dictaminó que no hay mayor enemigo de la risa que la emoción. Esto no parece ser cierto. Sobre todo cuando las emociones pueden allanarse hasta despojarlas de su objeto. Entonces asoma el absurdo, alimento privilegiado de la risa no sentenciosa. Como el hombre rudo que en su sesión de análisis llega con la barba mal rasurada, se aproxima al diván y pregunta: "Y dígame, doctor ¿el sueño lo tengo que traer soñado o se lo sueño acá?". O el niño -tan presente, tan invocado- que al acostarse le pregunta a su mamá, con un reloj despertador en la mano: "Ma ¿a qué hora es el despertar sexual?". Bergson también decía: "Lo cómico del dibujo suele ser un cómico prestado,obtenido a expensas de la literatura". En este caso, es imposible establecer una deuda. Hay un mano a mano.

martes, 28 de mayo de 2013

jueves, 16 de mayo de 2013

Bajar videos de YouTube al PC sin instalar ningún programa


Bajar videos de YouTube al PC sin instalar ningún programa: Para bajar videos de YouTube rápidamente sin necesidad de instalar ningún programa sigue estos pasos: Entra a YouTube Encuentra y reproduce el video que quieres bajar Copia la URL del video de la barra de direcciones (clic derecho sobre la URL y..pegar aqui .http://www.force-download.es/

jueves, 9 de mayo de 2013

“Não tenhas nada nas mãos…” F PESSOA



“Não tenhas nada nas mãos…”
Não tenhas nada nas mãos
Nem uma memória na alma,
Que quando te puserem
Nas mãos o óbolo último,
Ao abrirem-te as mãos
Nada te cairá.
Que trono te querem dar
Que Átropos to não tire?
Que louros que não fanem
Nos arbítrios de Minos?
Que horas que te não tornem
Da estatura da sombra
Que serás quando fores
Na noite e ao fim da estrada.
Colhe as flores mas larga-as,
Das mãos mal as olhaste.
Senta-te ao sol. Abdica
E sê rei de ti próprio.
Fernando Pessoa
Assinado com Ricardo Reis heterónimo

“No tengas nada en las manos…”

No tengas nada en las manos
ni una memoria en el alma,
que cuando un día en tus manos
pongan el óbolo último,
cuando las manos te abran
nada se te caiga de ellas.
¿Qué trono te quieren dar
que Atropos no te lo quite?
¿Qué laurel que no se mustie
en lo arbitrios de Minos?
¿Qué horas que no te conviertan
en la estatura de sombra
que serás cuando de noche,
estés al fin del camino?
Coge las flores, mas déjalas
caer, apenas miradas.
Al sol siéntate. Y abdica
para ser rey de ti mismo.

DE CÓMO SER REY..ANA MARÍA BOVO


De cómo ser rey

creo que es así el final de un poema de Pessoa:
Siéntate al sol y abdica
para ser rey de ti mismo
Lo recordé al ver esta foto que le saqué a mi tío Alcides. Soltero, instalador de molinos a viento...

CORNELIA FRENTE AL ESPEJO



Cornelia Frente Al Espejo, basada en un cuento de Sivina Ocampo

ANA MARIA BOVO


.....sentirme yo........linda...linda...






"Soy narradora de historias. Además me desempeño como escritora, actriz, directora teatral y docente.



martes, 7 de mayo de 2013

¿Qué es un dominio web? | Diseño de paginas web, redes sociales, diseño grafico, Blog Studio316






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10 Crímenes de HTML Que No Debes Cometer | Diseño de paginas web, redes sociales, diseño grafico, Blog Studio316


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Tutorial HTML – Formato de Tablas | Diseño de paginas web, redes sociales, diseño grafico, Blog Studio316


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Tutorial HTML – Capitulo V – Tablas | Diseño de paginas web, redes sociales, diseño grafico, Blog Studio316


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Tutorial HTML – Capitulo IV – Estilos de Caracter | Diseño de paginas web, redes sociales, diseño grafico, Blog Studio316


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HTML Capitulo III – Listas | Diseño de paginas web, redes sociales, diseño grafico, Blog Studio316


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HTML Capitulo I – Desde Cero | Diseño de paginas web, redes sociales, diseño grafico, Blog Studio316


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HTML Capitulo II – Enlaces y URLs | Diseño de paginas web, redes sociales, diseño grafico, Blog Studio316


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