Un niño apenas acaba de nacer y ya sabe que es urgente lavarse las manos.
Una vez más, insultan a enfermeros y los invitan a marcharse de los edificios en los que viven.
En la calle, una mujer acelera y dice que no tiene miedo, sólo prisa.
Un viejo pasa junto a dos muchachos y se pone a insultarlos cuando éstos le dicen que no debe salir de casa.
Paseo por la hermosa traducción que el brasileño Cristiano Martins hizo de Dante, y luego voy a ver el Mar.
Shulan es la nueva Wuhan. "Nadie entra ni sale de la zona en cuarentena".
Tatuadores quieren saber cuándo podrán retomar sus actividades. Y yo me imagino al Estado controlando también los dibujos o palabras que tatúen.
Lo que llevas tatuado en la piel debe ser primero analizado por el gobierno, que está atento a lo que haces.
Y también está atento a tu hermosa y tatuada piel, claro.
Imaginar una comitiva perversa y excitada controlando cada tatuaje humano en estos meses en que el promedio de la democracia normal sufre un alboroto brusco.
No deberían de haber salido del vientre de su madre, dijo el hombre viejo a los dos pequeños adolescentes.
Se requieren instrucciones para poner a funcionar a los bebés que aún no han llegado a la primera A del ABC.
Larissa me envía de Brasil el libro "Supervivencia de las luciérnagas", de Georges Didi-Huberman.
Pasolini decía que las luciérnagas estaban desapareciendo en Italia.
Aniquiladas por la noche fascista o por el exceso de reflectores, comenta Didi-Huberman.
Las luciérnagas desaparecieron a principios de los años 60, dice.
"Fenómeno fulminante y fulgurante", Pasolini.
Tres fuertes palabras seguidas, como si fueran una sola: fenómeno fulminante y fulgurante.
Y desaparece la leve luz de las luciérnagas porque hay demasiados reflectores.
Los reflectores que "vienen de los estadios de futbol, de los sets de filmación", etc., comenta Didi-Huberman.
Esos "feroces ojos mecánicos", Pasolini, anulan la luz de las luciérnagas.
En Francia, 152 posibles casos de enfermedad de Kawasaki en niños.
En Alemania, más de 20,000 profesionales de la salud contrajeron coronavirus.
En 2020 hay luciérnagas en el interior y en los campos.
Voy recibiendo información al respecto para este diario.
Informar sobre el número de luciérnagas divisadas cada noche.
La tarea al nivel del suelo y en pleno aire, en 2020.
Una luz natural mínima emitida por un mínimo animal.
Esa luz mínima anuncia que la noche no es excesiva.
Y también anuncia que los reflectores artificiales no han ocupado todos los metros cuadrados del mundo.
La mujer que aceleraba en la calle dice ahora que no tiene prisa, sino miedo.
Se anuncia una investigación sobre procedimientos, una vacuna y un medicamento.
En pocas horas se detectaron más de cien luciérnagas en la noche que existe lejos de las noticias.
Ni demasiada oscuridad, ni demasiada claridad.
Y cien es a veces ese número que marca una fuerte resistencia y un itinerario.
“Lleva la luz y no mires atrás”, dice mi oráculo, el Jardín de Morya. Y yo obedezco.
Una vez más, insultan a enfermeros y los invitan a marcharse de los edificios en los que viven.
En la calle, una mujer acelera y dice que no tiene miedo, sólo prisa.
Un viejo pasa junto a dos muchachos y se pone a insultarlos cuando éstos le dicen que no debe salir de casa.
Paseo por la hermosa traducción que el brasileño Cristiano Martins hizo de Dante, y luego voy a ver el Mar.
Shulan es la nueva Wuhan. "Nadie entra ni sale de la zona en cuarentena".
Tatuadores quieren saber cuándo podrán retomar sus actividades. Y yo me imagino al Estado controlando también los dibujos o palabras que tatúen.
Lo que llevas tatuado en la piel debe ser primero analizado por el gobierno, que está atento a lo que haces.
Y también está atento a tu hermosa y tatuada piel, claro.
Imaginar una comitiva perversa y excitada controlando cada tatuaje humano en estos meses en que el promedio de la democracia normal sufre un alboroto brusco.
No deberían de haber salido del vientre de su madre, dijo el hombre viejo a los dos pequeños adolescentes.
Se requieren instrucciones para poner a funcionar a los bebés que aún no han llegado a la primera A del ABC.
Larissa me envía de Brasil el libro "Supervivencia de las luciérnagas", de Georges Didi-Huberman.
Pasolini decía que las luciérnagas estaban desapareciendo en Italia.
Aniquiladas por la noche fascista o por el exceso de reflectores, comenta Didi-Huberman.
Las luciérnagas desaparecieron a principios de los años 60, dice.
"Fenómeno fulminante y fulgurante", Pasolini.
Tres fuertes palabras seguidas, como si fueran una sola: fenómeno fulminante y fulgurante.
Y desaparece la leve luz de las luciérnagas porque hay demasiados reflectores.
Los reflectores que "vienen de los estadios de futbol, de los sets de filmación", etc., comenta Didi-Huberman.
Esos "feroces ojos mecánicos", Pasolini, anulan la luz de las luciérnagas.
En Francia, 152 posibles casos de enfermedad de Kawasaki en niños.
En Alemania, más de 20,000 profesionales de la salud contrajeron coronavirus.
En 2020 hay luciérnagas en el interior y en los campos.
Voy recibiendo información al respecto para este diario.
Informar sobre el número de luciérnagas divisadas cada noche.
La tarea al nivel del suelo y en pleno aire, en 2020.
Una luz natural mínima emitida por un mínimo animal.
Esa luz mínima anuncia que la noche no es excesiva.
Y también anuncia que los reflectores artificiales no han ocupado todos los metros cuadrados del mundo.
La mujer que aceleraba en la calle dice ahora que no tiene prisa, sino miedo.
Se anuncia una investigación sobre procedimientos, una vacuna y un medicamento.
En pocas horas se detectaron más de cien luciérnagas en la noche que existe lejos de las noticias.
Ni demasiada oscuridad, ni demasiada claridad.
Y cien es a veces ese número que marca una fuerte resistencia y un itinerario.
“Lleva la luz y no mires atrás”, dice mi oráculo, el Jardín de Morya. Y yo obedezco.
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